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Cuarto y Mitad de Talento

  • Cristina Tejón Cano
  • 16 dic 2016
  • 5 Min. de lectura

Hace unos días, la cadena de librerías más conocida de nuestro país me enviaba un mensaje en el que lo primero que se podía leer era: “Cristina, la poesía que te espera este mes”. No pude por menos que echarme a temblar.

Esto me llevó a pensar en una entrevista a Alejandro Simón Partal, una persona joven, Doctor en Lengua Española y sus Literaturas, y uno de los poetas más destacables de nuestra generación, que nos explicaba que la literatura, la literatura de verdad quiero decir, se encuentra subyugada bajo la tiranía del canon filológico por un lado, y la del mercado editorial por otro.

De lo que él llamó “la casta filológica de los departamentos” creo que no hay mucho que decir, puesto que su influencia se reserva a un ámbito menor, que afecta principalmente a aquellos escritores (poetas) que se dedican también a la filología o son cercanos a este círculo. Al fin y al cabo lo que la literatura académica trata de proponer, veladamente, y no tan veladamente, es que la poesía es algo elitista, que no es para todo el mundo y que no todos los mortales tenemos la capacidad de emocionarnos con este tipo de literatura.

Es cierto que el poeta debe conocer las reglas de aquello con lo que trabaja, aunque sea para romperlas, pero reducir la poesía actual a esquemas métricos rígidos es, sin duda, un intento arcaizante y completamente alejado de la realidad.

Ahora bien, fuera del ambiente académico, la poesía parece tomar otros rumbos, que tampoco son los de la honradez. La poesía, en la actualidad, se está convirtiendo en todo un elemento sociológico digno de estudio.

Ahora vemos a muchos autores “jóvenes poetas” que han comenzado a vivir (bastante bien) de la poesía, lo que está llevando a convertir la poesía en un fin, en un instrumento del utilitarismo.

No vivimos el auge de la poesía, sino el auge de la VENTA de poesía, pues siempre se ha escrito poesía, pero ahora, la venta de un cierto tipo de poesía con unos patrones muy marcados se ha disparado, por lo que, la poesía está más viva que nunca, pero eso no quiere decir que goce de buena salud. No olvidemos que estamos hablando de que la diferencia no se encuentra en la producción, sino en la venta. Sí se vende poesía, el problema es, ¿qué poesía se vende?

Creo que en los últimos años se viene produciendo en la poesía un fenómeno que ya conocemos por haberlo sufrido la novela. Se está banalizando, aligerando y, por qué no, también rejuveneciendo, con lo que ello pueda conllevar de positivo o negativo.

Ya hemos visto cómo en las últimas dos o tres décadas la novela sucumbía al fenómeno best seller, arrastrada por la dictadura del mercado editorial. Los rasgos principales de este tipo de novela eran la facilidad y ligereza de argumentos, que no supusieran un gran esfuerzo para el lector, la juventud en todas sus facetas, es decir, tanto de sus autores como de sus protagonistas, y ante todo, que los ejemplares publicados estuvieran expuestos en las principales librerías, en los estantes más vistosos, con un aval de recomendación y con unas ventas masivas.

Pues bien, si hoy que internet ha llegado a nuestras vidas, entramos en el catálogo de las principales librerías o editoriales de nuestro país, y también de algunas editoriales independientes, nos encontramos lo siguiente: los doce primeros poemarios (no son pocos) que podemos encontrar han sido escritos por jóvenes, destacan sobre todo las mujeres, siguiendo la línea de imagen de joven moderna y atractiva que ya encarnó Blanca Andreu, de entre dieciocho y treinta y pocos años, algunos cerca de los cuarenta, pero son los menos. Y el fenómeno más importante, el que nos toca vivir ahora, es la sustitución del nombre del autor por su pseudónimo en las redes sociales; hecho que poco tendría de relevante si no fuera porque es indicativo de que los lectores de estos poetas, muchos de ellos, ya les vienen siguiendo desde antes de sus publicaciones. Es decir, que son seguidores/admiradores, antes que lectores, lo que es un seguro de venta para las editoriales, pues es lo que está de moda.

Para otros, querer ganarse la vida como poetas no es viable, y sólo les queda admirar a los grandes genios: unos pocos elegidos que publicaron jóvenes. Pero es que debemos estar viviendo en una generación de genios.

Pero esto no es todo. Aunque pueda parecer que esto va de vetar a poetas jóvenes por el hecho de ser jóvenes, de lo que va esto es de mostrar que no son poetas. Señoras y señores, tengan cuidado, porque se está estableciendo la falsa creencia de que escribir un diario a base de pulsar “enter” y escribir frases como si fueran versos es poesía, y no, no lo es, no debemos confundir el versolibrismo con lo que no es lírica.

Respecto a esto, flaco favor están haciendo a la poesía aquellos autores que, pese a su consagración en el mundo de la cultura, se han dejado llevar por la dictadura del mercado editorial, y han vendido la poesía a la voracidad de las modas y el capitalismo. Y para muestra un botón: pocos días antes de que se celebrase el cierre de POEMAD 2016, a cargo de Rebeca Jiménez, Rubén Pozo y Benjamín Prado, este último publicó en el diario El País una recomendación sobre los libros que deben ser leídos, aquí les dejo el enlace: http://librotea.com/estanteria/poetas-jovenes-que-debemos-leer.

Se preguntarán qué tiene de extraño que un poeta consagrado ─aunque ensombrecido por otros autores de su generación─ nos recomiende savia nueva. Pues bien, resulta que una parte de estos libros coincide con los primeros puestos del ranking de ventas de librerías como La Casa del Libro (por no hablar de las editoriales con las que son publicados, que sería otro tema demasiado largo). ¿Casualidad? No lo creo, pero juzguen ustedes mismos.

Pero esto no es todo. Como contaba antes, Benjamín Prado junto con Rubén Pozo y Rebeca Jiménez, cerraron el festival de poesía POEMAD 2016 y, sin entrar a valorar la actuación, el reconocido autor convertido en estrella de rock, hizo algo que resultó revelador: según cantaba/recitaba sus últimos poemas, en pleno auge de egotismo, lanzó varios poemarios a su auditorio, como quien lanza su camiseta sudada a sus enfervorecidos fans. ¿Es un hecho irrelevante? Posiblemente sí, pero su valor simbólico es lo suficientemente potente como para mostrar hasta qué punto ha llegado la espectacularización y comercialización de lo que pretende ser “contracultural”, porque no lo olvidemos, la primera premisa de esta “poesía” es la de romper moldes. Lo están consiguiendo, pero rompiendo los moldes de la propia poesía, no los del sistema que supuestamente pretenden cambiar.

Y con esto no quiero ser yo más dictatorial que los departamentos filológicos o el mercado editorial; es un gran avance que gente joven y con talento pueda ver su obra publicada, pero es algo peligroso que se le pierda el respeto y la consideración a la cultura en favor de los mandatos del capitalismo.

La buena noticia es que no todo está perdido: http://www.angelonestore.com/poetas-jovenes-que-debemos-leer/.

CUARTO Y MITAD DE TALENTO

Cristina Tejón Cano

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