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Masturbación y Monjas

  • Diego Tello Martín
  • 17 oct 2017
  • 2 Min. de lectura

Camino de Santiago, entre Castilla y León, me recomendaron ir a uno de los Albergues de Carrión de los Condes. Yo, que soy un hombre agradecido, fui allí. Fue un día infernal. Caminamos durante seis horas por un desierto de cenizas. Entre al albergue, me registre, deje las cosas junto a la cama que me asignaron y me desnude. Atravesé en calzoncillos la Sala de Estar, entre las risas tímidas de las voluntarias del albergue, y entre al cuarto de baño.

Estaba masturbándome en una de las duchas cuando escucho cantar a alguien en la Sala de Estar. Después silencio. Cuando acabo, me ducho, me visto y salgo inocente, sin ser consciente de lo que me espera fuera. Al abrir la puerta me encuentro con treinta peregrinos, cinco monjas y una guitarra mirándome como si no se hubieran masturbado nunca. Una de las monjas se gira sonriente, me explica que he interrumpido las presentaciones y me invita a sentarme. Yo que, además de agradecido, soy educado me siento, me presento y canto con ellos Aleluyah, Aleluyah, Aleyluyah…

¿Qué podía hacer? ¿Salir corriendo, gritando soy un pecador, o haber confesado y escandalizado al respetable público?

Reconozco que es un escenario controvertido hasta para un chiste y que yo tampoco me lo podía creer. Habrá quienes piensen que es mentira, y puede que lo sea, y quienes crean que soy un depravado, un enfermo, un loco… y puede que tengan razón. Sin embargo, esto no es un monologo ni un juicio. Si hubiera salido con la polla entre las manos y me hubiese corrido sobre la sotana de las monjas entendería estas acusaciones pero no lo he hecho.

La masturbación es una necesidad natural, una hermosa y sana costumbre, y quien no puede comprender esto en el Siglo XXI tiene un pensamiento anticuado y obsoleto digno de estudio arqueológico. Además, afirmo que si el Mundo Occidental está como está es, entre otras pequeñas cosas, por la represión ilógica y antinatural de nuestros instintos, necesidades y deseos, y que, hasta que todos y cada uno de nosotros, todas y cada una de nosotras, no nos masturbemos en paz de religión y de conciencia, no habrá paz en el mundo.

Masturbación y Monjas, de Diego Tello Martín

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