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Terrible Error

  • Cristián Araque
  • 17 oct 2017
  • 2 Min. de lectura

Bebió…

Se había bebido las últimas gotas de agua que le quedaban, estando perdido en medio del desierto.

Al darse cuenta de su terrible error se puso a llorar, como no iba a llorar si se había quedado sin agua y no sabía hacia dónde ir. Pero al sentir sus lágrimas saladas en los labios dejo inmediatamente de llorar. No podía perder el poco líquido que le quedaba en el cuerpo o se deshidrataría y acabaría muriendo.

Al darse cuenta de su terrible error decidió, muy razonablemente, quedarse sentado, sin moverse ni llorar. Era una idea muy sensata puesto que si no se movía apenas sudaría ni se cansaría y sin llorar tardaría más en deshidratarse. Pero al sentir el abrasador calor del sol derritiendo su piel se puso en pie y empezó a andar. No podía quedarse quieto o acabaría muriendo, tardaría más, pero acabaría muriendo igualmente.

Al darse cuenta de su terrible error comenzó a moverse, sin rumbo fijo, donde le guiaba el corazón. A cada paso que daba la esperanza de encontrar una salida, una salvación, menguaba. Tenía su mirada puesta en un horizonte que parecía cada vez más lejano, imposible de alcanzar. Bajó un instante su mirada para secarse el sudor de la frente y se dio cuenta que su sombra había desaparecido y lo que era aún peor, estaba caminando sobre sus propias pisadas, estaba andando en círculos.

Al darse cuenta de su terrible error, exhausto y derrotado, cayó de rodillas en la arena y ahí estaba, a su lado una pequeña y hermosa flor. La miró, no sabe durante cuánto tiempo, pero desde luego no el suficiente, no imaginaba nada más bello que contemplar una flor, fuente de vida, antes de morir deshidratado en medio del desierto. Fuente de vida, ¡qué ciego había estado!, toda flor necesita agua para sobrevivir, cerca de allí debía de haber agua.

Al darse cuenta de su terrible error se alzó la vista y ahí estaba, un oasis enorme alrededor del cual había estado caminando sin darse cuenta por mirar al horizonte. Con las pocas fuerzas que le quedaban, esperanzado de nuevo se arrastró hasta llegar al oasis y bebió…

Y al alzar su vista de nuevo se dio cuenta

de su terrible error,

se dio cuenta de que el desierto no era más que un espejismo.

“En ciertos oasis el desierto es solo un espejismo” Mario Benedetti

Terrible Error, de Cristian Araque.

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