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El Ciego y La Luciérnaga

  • Diego Tello Martín
  • 17 oct 2017
  • 1 Min. de lectura

Creí que era ciego porque había nacido en la oscuridad.

El verbo ver era inútil para mi viviendo en las tinieblas.

Sabía que vivía en una ciénaga por los antiguos cantos de las ranas

y que no era una rana porque tenía ombligo

y que tenia ombligo porque tenía manos.

Pero una noche entre las noches que eran los días

encontre una luciérnaga caminando por el bosque

y fui detrás de ella durante milímetros y kilometros,

segundos y horas,

sin conciencia del espacio ni del tiempo,

hipnotizado por lo nunca visto

y pregunandome ¿que es esto,

extraña sombra, que me guia como un faro por donde nunca he caminado?

¿qué es esta cosa que me arrastra como una hoja

con una fuerza que nunca tuvo el viento?

Tropecé con las raíces gigantescas de un arbol y caí junto a la orilla de un río,

acaricie con los dedos el agua en silencio, sin poder creer lo que estaba viendo.

Dude.

Intente tocar el reflejo mas cuando hundí mis manos en el agua desapareció. Entonces me acaricie el rostro y el reflejo me retrato por última vez acariciando mi rostro, era yo y me estaba viendo por primera vez.

El Ciego y La Luciernaga, de Diego Tello Martín.

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