Manifiesto Taurómaco
- Diego Tello Martín
- 17 mar 2017
- 3 Min. de lectura
Según la Wikipedia, Diosa del Conocimiento Antiguo y Moderno, los primeros vestigios del arte de lidia se encuentran en la Edad de Bronce.
En la Antigua Roma, los uros eran asesinados por gladiadores sobre las arenas de los circos para entretenimiento de las familias nobles. También eran empujados en manadas sobre los cristianos en la época de la persecución, en los que pueden ser considerados los primeros encierros de la historia de la humanidad.
En la Edad Media, reyes y califas, aficionados a la fiesta y a la sangre, como a la guerra y a la plata, organizaban festejos taurinos en plazas públicas, con el riesgo que esto suponía para los espectadores, para celebrar con el vulgo como muestra de generosidad y agradecimiento por los servicios prestados en las viñas y los campos de batalla.
Durante el siglo XVI, la tauromaquia evoluciona, la nobleza empieza a utilizar a sus peones y escuderos para distraer al toro mientras cambiaban algún caballo cansado o herido, o para rescatarlos de una caída. Estos tenían la responsabilidad de guiar al animal con un capote hasta el acero de los nobles quienes conservaban el privilegio de matar al toro.
Con el tiempo, el gusto del público por los hombres de a pie los convierte en los protagonistas de estas fiestas, y los gladiadores son bautizados como toreros y vestidos con espantosos y ridículos trajes de seda y lentejuelas con los que todavía hoy, vienen a nuestros pueblos a cortar las orejas y el rabo de estos animales, con el beneplácito de las autoridades y el respetable, quien por costumbre, tradición o aburrimiento sigue asistiendo a este vil espectáculo.
No cuestiono la valentía del hombre que se arrodilla a puerta gayola, tampoco la estupidez, pero prefiero la épica del obrero, del bombero que se juega la vida para salvar el bosque que calma nuestra sed de aire o el gato que se sienta junto a la soledad de nuestros abuelos, haciendo que no se sientan solos.
La Tauromaquia, como la Monarquía o el Capitalismo es un árbol podrido que ya ha dado todo el fruto que podía dar: los grabados de Goya, los versos de Lorca, la muerte de algún torero… por eso, a mi parecer y a la de los que piensan como yo, es necesario, cuestiones éticas aparte, la ética también es un animal en peligro de extinción, que reflexionemos sobre esto.
En los últimos años el público de estos espectáculos está descendiendo debido a los índices de mortalidad, a los nuevos entretenimientos y a las nuevas conciencias y por ello, también están descendiendo el número de los festejos taurinos. Sin embargo, en pueblos pequeños, como el nuestro, se siguen invirtiendo entre 30.000 y 50.000 euros anuales de los fondos públicos para la celebración de corridas de toros durante las fiestas patronales.
Cuestiones éticas aparte, como dije al principio, no estoy proponiendo torturar y asesinar a toreros, ganaderos y amantes de la Tauromaquia, si no que exijamos que no torturen y asesinen más animales por entretenimiento en nombre de la tradición y la cultura con nuestro dinero.
Los Museos, necesitados de historia, pueden guardar esta vieja tradición entre los tesoros de nuestra cultura. El Museo del Traje, por ejemplo, podría crear una nueva colección de gladiadores del siglo XXI. Los toreros podrían buscar otro trabajo, por suerte hay quienes se han encargado de conservar sus hazañas durante décadas en cintas de VHS y DVD para que puedan recordar aquellas gloriosas tardes. Diferente y más compleja es la situación de los ganaderos, los transportistas y el resto de trabajadores del gremio pero ¿es necesario torturar y matar animales para entretener al respetable, para mantener estas empresas? Podrían empezar por eliminar la tortura y el asesinato y conservar los encierros, los eventos de recortadores, incluso el toreo sin sangre, al menos, hasta que inventáramos una alternativa laboral para ellos.
Sea como fuere. Yo no soy nadie, ni tengo el poder para decidir o cambiar estas cosas pero tengo el derecho de soñar, y el deber de hacer una humilde propuesta a los que sí que le tienen, nuestros gobernantes.
A sabiendas de la de cosas que tienen entre manos estas gentes y de las limitaciones de las arcas públicas, propongo elaborar una serie de alternativas a la celebración de estos sangrientos y barbaros eventos. Aunque no sea por limpiar nuestra conciencia de la sangre si no por conservar el euro para financiar, por ejemplo un calendario de bomberos semi desnudos.

Manifiesto Taurómaco. Artículo de Diego Tello Martín.




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