C.E.M.
- Alberto Hernandez
- 16 dic 2016
- 4 Min. de lectura
El padre se pondrá la americana. La Normativa General obligará a llevar siempre chaqueta incluso en la estación calurosa. Agarrará al hijo de la mano y se acercarán a la madre. Estará sentada muy cerca de la ventana, intentando refrescar su sudor con la ligera brisa que entre. La respiración entrecortada y la mirada perdida. El padre se inclinará para hablarle cerca del oído y posará la mano sobre el inmenso abdomen. –Nos vamos, –dirá como un susurro. La madre mirará al niño y volverá a perder su mirada en la fachada de enfrente. Una gota se deslizará por su mejilla.
Con un rutinario movimiento, el padre pasará la muñeca izquierda por el lector y la puerta se abrirá. Cuando pase el hijo bajo el umbral, el altavoz emitirá un pitido y se escuchará la voz metálica: –Salida no autorizada–. El padre agarrará con fuerza el brazo izquierdo del hijo y bruscamente pasará la muñeca por el lector. –Validación. Salida programada. Error de protocolo NG 113/17. Infracción saldada: diez euros–. Saldrán del apartamento. La vieja puerta de madera se cerrará automáticamente.
Avanzarán por el lúgubre pasillo abigarrado de puertas. El apartamento quince cuatrocientos treinta y seis estará custodiado por dos policías. Dentro, los sanitarios envolverán en plástico los restos del inquilino. Una pareja con un hijo esperará que se desocupe el apartamento para habitarlo. Cuando pasen frente a los policías, uno de ellos los detendrá y les pedirá que muestren las muñecas. Pasará el lector. Les mandará continuar. El padre agarrará la huesuda mano del hijo. Avanzarán por el corredor hasta las escaleras exteriores. La luz del día los cegará. Bajarán los quince pisos.
Llegarán a la planta baja. Seguirán por un pasillo colector que los llevará a la salida principal donde confluirán todos los pasillos colectores del ala norte del edificio. Riadas de personas entrarán y saldrán. Pasarán por el lector comunitario. Esta vez el padre se asegurará de pasar ambas muñecas. Su cuenta de euros se estará agotando.
En la calle, el padre se detendrá a mirar el mapa que se habrá dibujado en el antebrazo. Las trayectorias programadas no podrán ser alteradas. Avanzarán por la calle en dirección a la entrada del metro. Esperarán la cola. Bajarán las escaleras. La luz del lector parpadeará dos veces. Autorización validada. Se sumergirán en la penumbra de los largos pasillos subterráneos. Caminarán a trompicones entre la multitud que se agolpará ante las puertas giratorias. Esperarán en silencio en la fila. El padre apretará la delgada mano del niño. El hijo mirará al padre. El padre mirará hacia adelante. Pasarán las puertas. Cada vez que parpadee la luz del lector su cuenta de euros se reducirá. Habrá que pagar por los transportes públicos; pero también habrá que pagar por caminar por pasillos, escaleras, andenes; por la calle.
Las escaleras del metro emergerán a una gran explanada de mármol reluciente que se extenderá a los pies del rascacielos de cristal. Cientos de personas irán y vendrán. En el centro de la plaza, una gran estatua del Fundador rodeada de jardineras sonreirá mirando al horizonte. Caminarán despacio hacia la entrada. Inclinarán la cabeza al pasar junto a la estatua. Una larga cola de gente esperará en la puerta para acceder al edificio. Pasarán las muñecas por el lector. Sonará la voz metálica: –Bienvenidos a C.E.M. Para acceder a la oficina de ingresos siga la línea roja–. Las puertas se abrirán.
Un laberinto de líneas de colores se extenderá a sus pies. Seguirán la línea roja por pasillos, escaleras, ascensores, salas de espera. Cada vez que pasen por una puerta o accedan a una escalera, el lector les dará la bienvenida y les dará instrucciones para seguir. Llegarán a una gran sala de espera. El lector los saludará: –Buenos días. Bienvenidos a la sala de espera de ingresos de C.E.M. Su número de orden es el catorce doce dos. Les rogamos estén atentos a la pantalla. Si lo desean pueden tomar asiento. Serán llamados en breve–. El lector escupirá una ficha de plástico con el número. Buscarán asiento entre la infinidad de butacas ocupadas por padres e hijos.
El padre estará atento a la pantalla, en una mano la ficha de plástico, en la otra la huesuda mano del hijo que pasará el rato intercambiando miradas con los otros niños, también apresados por la mano del padre. Los números llamados irán entrando por una veintena de puertas numeradas. Por la escalera de acceso a la sala de espera seguirán llegando padres e hijos de la mano. El lector los recibirá a todos y cada uno de ellos.
El padre sentirá un escalofrío cuando la ficha vibre en su mano. En la pantalla habrá aparecido su número y un mensaje: –Catorce doce dos, prepárense. Puerta AD16–. Se dirigirá hacia las puertas numeradas. Los niños se mirarán. Se situará tras la línea pintada en el suelo de la AD16. Afianzará la mano apresada. El hijo hará una mueca de dolor. Mirará al padre. La tarde se colará por las paredes de cristal. El padre mirará al frente. La luz roja se convertirá en verde. Avanzarán los cuatro pasos que les separe de la puerta. Los recibirá el lector: –Buenas tardes catorce doce dos. Introduzca la ficha en la ranura–. La puerta se abrirá.
El padre saldrá del edificio. Se limpiará la mano de sudor. Notará el peso de todos los euros ingresados en su microchip. Podrá pagar el parto de su nuevo hijo.
C.E.M.
Alberto Hernandez
El Inmoral
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