Todo Tiempo y Todo Espacio
- Cristina Tejón
- 16 oct 2016
- 2 Min. de lectura
Poesía elemental (Arscesis, 2016) es el título del último poemario de Juan Luis Mora, poeta y cantautor madrileño, artífice de una obra que legitima el valor de los versos plenos, en un momento en el que parece haberse olvidado –aunque nunca se haya acordado una definición- qué es la poesía.
Aquel que crea que un título y una portada no definen el contenido de un libro estará inevitablemente equivocado en este caso, pues Poesía elemental es precisamente eso, la reflexión poética de lo elemental, de la esencia del mundo en su unión física y metafísica. Una introspección que lleva al poeta a la conciliación de todo tiempo y todo espacio (“Cuéntales a tus hijos / que sus madres son ellos / recordando a sus madres.”) mediante la observación de lo primario, lo sustancial.
Poemas de carácter filosófico, pero que se arraigan en la tierra, el agua, el aire y el fuego; el mundo, al fin y al cabo. Lo que parece una contradicción se solventa en este poemario con versos contundentes, que juegan con la rima y la métrica, en una unión de tradición y contemporaneidad cuyo ritmo (véanse poemas como “El péndulo” o “El hilo”) es un ejemplo más de la idea que se expone en el primer poema, “Los elementos”, en el que, mediante el uso del adínaton, se aboga por hacer posible lo imposible, que será uno de los pilares de este poemario.
Esta poesía filosófica no deja de ser, como dictan los tiempos, una poesía experiencial, pero está dotada de una profundidad que la aleja del tipo de “poesía” comercial que se está queriendo vender como poesía y que en lugar de sublimar la cotidianeidad, rebaja a la más insulsa vulgaridad lo poético.
Juan Luis Mora no se recrea en el adorno excesivo del lenguaje y la retórica recargada, sino que explica la complejidad del mundo, de manera sencilla –que no simple- pero firme, con la rotundidad de quien “intuye / lo que nadie sabe”.
Los elementos son aquí lo opuesto y el todo, contrarios que forman un círculo; y para cerrar el círculo hemos de volver al título, en el que se puede ver, de nuevo, ese juego que es todo el poemario, en el que la contradicción es, irónicamente, la mejor explicación de la realidad. Así, a través de lo elemental, lo básico, se explica su contrario, lo complejo, el mundo que nos rodea. Esto lo consigue con el uso recurrente de oxímoros, quiasmos, contraposiciones, etc., que dejan siempre un poso de esperanza, como se aprecia claramente en el poema “La muerte”: “La muerte / sabe de poetas, / no de poesía. / Mientras existamos / con firme esperanza / y veamos en otros ojos / la belleza que miran, / la vida será siempre / la muerte de la muerte”.
Todo Tiempo y Todo Espacio, Cristina Tejón.
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