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Carta a Bob Dylan

  • Cándido Trasunto
  • 16 oct 2016
  • 2 Min. de lectura

Querido Bob,

No sé si te acordarás de mí. Nos conocimos en el 80, en Madrid, en un concierto que diste en un estadio de fútbol. Subiste al escenario y dijiste: “Sois cojonudos”. Yo estaba junto a las gradas de los Bukaneros. Me saludaste con un gesto y empezaste a cantar, ¿te acuerdas?

Te escribo para felicitarte por el galardón que te han otorgado. Tú te lo mereces todo, y el que diga lo contrario es un maldito envidioso. El Nobel, ni más, ni menos. Dicen que es el premio más prestigioso, aunque haya nacido del arrepentimiento de un señor que se dedicó a amasar dinero a costa de vidas. Dicen que sus sucesores sigen acumulando beneficios amparados en una causa «noble», por lo que están exentos de impuestos en su país y en el tuyo, con lo que han conseguido que sus arcas estén abarrotadas. No hagas caso.

Muchos y grandes han sido los laureados, y ahora tu nombre estará escrito junto al suyo: Pirandello, O'Neill, Faulkner, Hemingway, Steinbeck, Beckett, García Márquez, Cela, Fo, Saramago, Pinter, Dylan. También vas a compartir cartel con gente tan importante como Obama, Al Gore, Jimmy Carter, Kissinger, aunque estos sean los pacifistas.

Los hay que dicen que si este premio está politizado, que si esto, que si lo otro. Ya te lo digo yo, envidiosos e inconformistas. Y que decir no se te pase por la cabeza rechazar el premio. Ni se te ocurra. Con lo orgulloso que estoy. Además, te iba a dar igual. No, igual no. Simplemente te ibas a quedar sin la pasta, porque la decisión de los sesudos suecos es irrevocable: lo quieras o no, eres Premio Nobel de por vida y ahora podrás firmar tus discos como

Bob Dylan, Trovador y Premio Nobel.

Bueno, Bob, me despido de ti no sin agradecerte tu música y tu poesía; y con respecto a lo del premio, allá cada cual.

Un saludo,

Cándido Trasunto


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